viernes, 31 de octubre de 2008

¿Quién dijo tristeza?



"Si no es mucho transtorno,
ruego con cierta desesperación
ser atendida esta noche..."


Luis Eduardo Auté.


Y es que de pronto uno se acongoja. Y se acojona, para qué más que la verdad. Aquí, en la casa, esta madrugada tiene cierto sabor chamoyesco en el que no encuentro acomodo, dispongo mis cosas (apenas una maleta donde guardo recuerdos, la foto de mi sillón favorito, bitácora de los desvelos, lámpara con luciérnagas por si me llega la oscuridad emocional, marlboro rojos y rivotril por si el insomnio y por si el sueño) para empezar a viajar sin lo estorboso que es intentar quedar bien con el público. Todavía hay quien se atreve a juzgar a los demás porque no son como los demás. Y entre los demás creo que todos, para ser sincera, son iguales... Sí, a los demás.


No los incluyo, mis dos lectores queridos, que ustedes son los únicos que me protegen de este frío que comienza en octubre y terminará el día que mis nuevos años me cobijen.


No se piense que este escrito tiene algo que ver con el anterior. Incluso con el anterior al anterior, o consecutivamente. Cada día renuevo mi mañana para que el anochecer me prepare sorpresas bondadosas. Y a pesar de la enfermedad, de sentirme bien sola porque cuando me lleva la tristeza incluso me voy de mí, siento un fragmento de mi alma todavía cubierto y vacunado contra el abandono, porque sí, ni estoy hecha sólo de palabras ni estoy cubierta sólo de pasado. En realidad, prefiero rehacerme con empeño cada vez que respiro y vestirme con el presente, que es lo único pero lo suficiente con lo que cuento.


Hoy, antes de dormir, quería dejar constancia de que en algún momento de este minuto, estuve aquí, pensé en ti, pensé en mí y en la falta que me hago desde que estoy a tu lado. ¿Depresiva? Tal vez, pero es lo bueno de blogspot: también los bipolares tenemos cabida por aquí.


Además ¿qué tanto es tantito?


Y no, señores del jurado: no se culpe a nadie del desgarre emocional o las fisuras energéticas. Como dijera Sabina, perdonen la tristeza. Sólo pasaba por aquí, vi la oportunidad de una nueva entrada y no lo pude resistir...

miércoles, 29 de octubre de 2008

Consonantes disonantes...


Me dirijo a ti, por la presente
si tienes a bien adjudicarme
una noche cualquiera para besarte
a la luz de la luna o entre tinieblas
entre mis sábanas o entre tus piernas.
Siendo consciente de que mi premura
es incompatible con tu escasez de tiempo
efectúo las gestiones oportunas
a fin de que no caduque mi deseo.
Esperando cumplir los requisitos
establecidos a tal efecto
curso esta petición con carácter urgente
y adjunto documentación en forma de verso.

En México, a una hora cualquiera
y en un día impreciso del mes de octubre,
firmo la presente instancia desde mi cama
acechando el teléfono/la puerta/el correo
con obsesiva mirada .

Gloria Bosh/AzulAlbanta


Sucede que nunca se había sentido tan absolutamente segura de que sí, el camino de la palabra le llamaba a gritos para decirle que estaba en el lugar indicado. Sucede también que entonces decidió hacer a un lado la comodidad y el salario exacto quincenal, las prestaciones de ley y optó por hacer de su vida lo que por fin, después de treinta años, le viniera en gana.

Y entonces, llegaron ellos...

Gritaron que era una tonta, caray, de cultura nadie vive, está bien que escribas pero no para subsistir, mejor entra otra vez a trabajar y verás que con la tarjeta de crédito pagada y las medicinas suficientes podrás salir adelante y ser por fin, la hija/hermana/sobrina/prima que siempre hemos querido que seas.

'¿Y si no quiero?' Preguntó ella con natural insensatez...

-Entonces yo me moriré intranquila porque eres la hija/hermana/sobrina/prima que más problemas me ha dado. Tu enfermedad/vocación/decisión/cerrazón ha sido la causa de que se me suba la presión, de que yo no viva en tu casa y tenga que pagar renta, de que tu madre venga llorando porque no eres como ella quiere, una mujer con traje sastre/medias/tacones que trabaje de lunes a viernes de nueve a seis.

'¿Y si les dijera que yo soy feliz?' Siguió preguntando ya sin interés...

-Nadie es feliz así. Lo que sucede es que siempre/siempre/siempre hemos dejado que tú decidas, pero ahora ya eres una mujer sin traje sastre/sin medias/sin tacones, con pantalón de mezclilla/calcetas/tenis que quiere creerse lo máximo sólo porque sabe escribir, y eso no te sirve de nada.

Ring, suena el teléfono. Una entrevista/dos entrevistas/tres entrevistas para esta semana. Trabajando como durante diez años lo había hecho: Asistente de dirección/asistente de titular/ asistente administrativa.

Sí, mañana irá a la cita. Una entrevista/dos entrevistas/tres entrevistas.

Y desde el fondo de mi alma, desde el duelo sin calma, te pido, corazón, que me escuches y me digas por qué te enamoraste de mí. No llegarás, te lo aseguro.


lunes, 27 de octubre de 2008

Treinta días antes...


Bueno, pues supongo que algo bueno debe haber en esta cuestión de dejar a un lado los treinta años. Ha sido un año bondadoso, con una que otra metida de pata (como la última que me quebró 3 dedos y el hueso no-sé-cómo-se-llama, motivo por el cual duré en forzado estado casi vegetativo dos meses y medio) y las ganas de vivir a flor de piel. De una buena vez les advierto, mis dos lectores queridos, admirados y ponderados, que este escrito será una verdadera bizarrez... Y ya para que lo diga yo...


Ok, como primer número, y dado que no me he podido hacer publicidad en muchos lugares, me alquilo para entretener sus tardes en semana inglesa, a las cuatro de la tarde (a veces antes) y hasta las seis (a veces después). De repente pude estrellarme contra el micrófono y ¿adivinen qué? No sueno tan mal, después de todo. En fin, que tengo un programa por internerd y lo pueden escuchar haciendo click en este link (me caga escribir en verso) que se pondrá a continuación: http://sopadelunetras.listen2myradio.com/


Después de mi comercial, estábamos en mis últimos desvaríos treintañeros para entrar, en un mes, a los desvaríos treintayunñeros (¿se escribirá así? Sepa la chingada). Ahí les va el recuento de lo que esta, hoy dudoso Amanecer Azul, tiene para compartir:


1.- Un corazón latente, solvente, envolvente pero jamás carente.

2.- Besos de sal, besos chocolatosos, besos con memoria, besos olvidados.

3.- Palabras, palabras, palabras...

4.- Amigos que pueden hundirse en Playa Cazones o darse en la madre con su moto en Santa María la Ribera, pero que a fin de cuentas, como diría José José, amo y me aman (doy gracias por tanto y tanto amor...).

5.- Piel, saliva, sangre, sudor, lengua y oídos. Todos en perfecto estado.

6.- Angustias, pesadillas, fábulas cronopianas de esperanzas y de famas, cuentos esparcidos por doquier y una que otra vez, sonrisas palabrosas y carcajadas en verso libre.

7.- Islas sin explorar, planos surrealistas y sin planes, que no me gusta venderlos por destajo.

8.- La sensación de que, después de todo, habrá que creer.

9.- Amor propio, amor compartido, amor con-partido, amor evolucionado, amor revolucionado, amor revolucionario.

10.- Li-ber-tad: Libertad combativa, libertad consensuada, nunca condensada e incluso, Libertad Lamarque (pero ya casi se pasa mi mala racha energética, don't worry).

11.- Sueños a colores, multicolores, sepias, marrones, blanco y negro, estadías azules y realidades turquesinas.

12.- Viajes sin maletas. Despidos justificados. Renuncias por honorarios. Mudanzas inexplicables.

13.- Canasta básica: noches frías y con estrellas, atardeceres grises y con llovizna, recuerdos cheleros, mares ingratos.
14.- Ganas de dormir.

Y hasta aquí, por hoy, dejo de existir. Despiértenme cuando el dinosaurio de Monterroso haya partido.


Buenos anocheceres...

sábado, 25 de octubre de 2008

Transtornos bipolares, rueda de la fortuna y hoy me toca estar abajo...


Siempre he dicho que de los males, el menor. Que de lo perdido, lo que aparezca. Que hay veces que nada el pato y hay veces que ni agua bebe. Hoy, que me encuentro si bien no confundida por lo menos sí a la sombra de todo lo que he podido conseguir al día (y a la noche), quiero hacerles saber, a mis dos lectores más que consentidos y de alto abolengo emocional por parte de esta que hoy escribe, que francamente me siento de la real chingada. Es decir, así es esta enfermedad, una visita incómoda a la que desde luego no se puede ignorar, pero tal vez sí ponerle un sitio desde donde pueda esconderse (por lo menos de rato en rato) y entonces se sepa que ahí está, que es inevitable recibirla... Pero que ni le daremos toda la atención, ni le soportaremos más de lo debido. Es decir, pásate mi depre, sé que ya llegaste, me lo dice el cuerpo y el sueño y el acomodo de mis desengaños, pero ni por un segundo se te ocurra pensar que gobernarás la comarca de mis decisiones y darás un sorpresivo golpe de estado a mi no renovable instinto de supervivencia. Que ya he dicho que esta vida es sólo mía y no de la tristeza ni de la melancolía. Así que como dice Adrián Camacho: Ni te olvido si te quedas, ni te extraño si te vas...

Estoy pues, en descontento. Por lo menos sé que de aquí a mi cumpleaños voy a adelgazar unos cuántos kilos, cosa que ya de por sí es para celebrar. Treinta y un años. Y confieso que he vivido, así como alguna vez lo dijo Neruda y muy seguramente debió decirlo alguien más. Expectante, enamorada, ya no más a la defensiva ni a la ofensiva; quizá y en todo caso, al frente de mi vida, esperando de cada día una razón más para vivir el siguiente. Sin optimismos forzados ni desgarres ingratos en mi hipotálamo, que nos encontramos muy bien desde la isla de nuestra (in) seguridad. Abrazando y abrasando. Al sur de mis suspiros y siempre alerta para que cuando llegue el mal tiempo, mi refugio se encuentre lleno de emociones y sorpresas bienaventuradas. Porque de las tales es el reino de los turquesas.

Así pues, sólo intento escabullirme momentáneamente del lado sin corazón que tiene mi corazón. Ya vendrán los días en que mi palabra renazca como fénix y entonces, el azul grite todo a color...

jueves, 23 de octubre de 2008

Entre verdes y azulado... a su lado.


Todos los viajes sirven para descubrir o reencontrar. El mío inició en Poza Rica y culminó en el interior azul de Albanta, que alzó el vuelo y giró, no lo creerán, hacia la aceptación. Fue volver al mar (donde parten las estelas y prometen los caminos, mar donde los cielos mismos aprendieran a volar, diría Delgadillo), nueve años después de aquella vez en Huatulco, cuando le hablé a medianoche y le supliqué me diera la oportunidad de volver a saberlo. Dicen que las cosas llegan no cuando las deseas sino cuando en realidad las necesitas... Y ahí estuve, viéndole estrellar su espuma y perderse entre mis ojos hasta que ya no supe cuándo fue agua y cuándo fue cielo. Igual que sentí con mi Tenampa emocional kafkiano, que partí y compartí con él tal vez un poco menos de diecinueve días y quinientas noches, pero un poco más de media semana y un sueño eterno, que volviendo a parafrasear a Sabina, hay besos que te los dan y resucitan a un muerto...


Entonces, esta crónica que no pretende serlo es, mejor dicho, el escaso recurso que tengo en este momento. Las musas andan de viaje. Y las he dejado marchar, cómo no, si después de todo, ellas me permitieron salir de mi ratonera y caminar con pies descalzos en el Tajín recién lavado por la llovizna que sólo terminó el último día de mi estancia en Poza Rica.


¿Pesadillas? Tuve dos. Y fuertes. Pero dice mi amiga Nancy que está comprobado que el 99% de ellas no llegan a realizarse, por lo que me siento tranquila dentro del porcentaje mayoritario y sé, más que por presentimiento por decreto, que en cualquier lugar y a cualquier hora, vendrá a mi tinta y a mi alma el dios de las pequeñas cosas, el que te regala felicidad como si fueran lunetas multicolores. En tanto, yo voy a dibujar mariposas en mis sueños, que se ha hecho de madrugada y necesito apagar los ojos para que la enfermedad, aquella que me persigue y de vez en cuando me alcanza, pase de largo y no sepa dónde me escabullí...

lunes, 6 de octubre de 2008

Tengo una muñeca que regala besos...


Así lo dice Fito Páez y concuerdo plenamente con su imagen. Pocas o quizá ninguna vez me he puesto a escribir sobre el rol más difícil que me ha tocado desempeñar durante 9 años. Un trabajo que en realidad es bien remunerado, pero que no tiene vacaciones y que a menudo pareciera que estoy a punto de tirar la toalla por no saber qué tan bien lo hago: el de ser mamá.


Selene Nicole fue concebida en septiembre de 1999. Durante la huelga de la UNAM y tampoco es cosa de dar detalles, ¿verdad? Pero sí, fue con amor. No de ese amor que una vez sentí que me mataba, tampoco del amor que te inunda y sientes descargas eléctricas. En realidad fue un regalo envuelto en una canción y más de 4 años de relación que me entregaron entre sábanas blancas el 19 de junio de 2000, con 3.100 kg y 54 centímetros de pura y absoluta sabiduría. Qué puedo decirles, que desde ese momento creí plena y absolutamente en el amor a primera vista, justo en el instante en que la toqué y supe que daría mi vida por verla feliz el resto de la suya.


Ahora, ocho años más tarde, puedo presumir con todo el orgullo de mamá gallina que tengo una hija llena de amor para dar y para recibir, que no exige nada porque conoció a mi lado el hambre, pero jamás el frío. Que se esfuerza a ser la mejor en la escuela y en cada cosa que decide iniciar, con una determinación que a menudo ignoro de dónde la heredó, pero también con una humildad y una necesidad básica que reconozco: Nicole sólo puede ser feliz cuando ve que la gente y los animales lo son.


Hace dos años ingresé -raro- al hospital. Fue un momento muy, muy fuerte en mi vida del que me he negado a escribir por diversos motivos. Mi familia, Nicole incluída, se habían ido de fin de semana. Al siguiente día, cuando me dieron el alta y llegué a casa, su mascota, Camelott, estaba muerto. Así, sin más. Puta, ¿cómo le explicas a una niña que su animalito se murió quién-sabe-por-qué-y-quién-sabe-cómo? Cuando llegó, el domingo por la tarde, tuve que decirle. Lloró y lloró mientras yo la abrazaba y se me rompía lo poco (en realidad lo muy poco) que quedaba de mi corazón ya magullado por otras razones. No sé cuánto tiempo pasó, pero después de varios minutos, la miré fijamente y le dije: Ok, ya lloraste. Te has desahogado y ya necesitas estar tranquila, aunque el dolor siga y aunque no sepas cuándo se irá, pero nunca, nunca, llores más de la cuenta. Porque si no nos detenemos en el momento indicado, siempre quedamos debiendo lágrimas.


Dos meses después se me deshizo el mundo en una llamada que duró menos de cinco minutos. Ya no me casaría, ni tendríamos un hijo, ni volveríamos a hacer el amor, ni habría más miradas y risas... Porque yo lo había decidido así: Si me hubiera pegado una vez, la culpa sería suya. Pero me pegó tantas, que la culpa fue mía. Entonces me encerré en mi recámara para que mi hija no viera cómo su mamá había decidido desconectar su alma. Lloré quedito, sin hacer el menor ruido. Quería ahogarme entre lágrimas pero chingao, por más que salían apenas alcanzaban a cortarme la respiración por segundos. Y entró Nicole, para decirme: "Mamá, ya lloraste. Necesitas estar tranquila aunque el dolor siga. Y así como me dijiste cuando pasó lo de Camelott, nunca llores más de la cuenta". Creo que ni siquiera mi madre me había hablado con tanta tranquilidad pero también con la firmeza de quien sabe o intuye por puro amor lo que había sucedido...


Así es mi hija: la niña que el 6 de enero pidió como regalo de día de Reyes una Jessie vaquerita y doscientos pesos. ¿Para qué quieres el dinero, Seles? Ah, pues yo lo necesito. Y sí, los Reyes pudieron cumplirle y amaneció lo que pidió al pie del árbol navideño. Despertó, abrazó su muñeca y me dijo: "Mira, pedí doscientos pesos para ti, porque los Reyes nunca te traen nada y tú siempre te portas bien".


¿Cómo puedo pagarte tanto, mi bebé? No soy la mamá perfecta, eso lo sabes. Me he contentado con luchar para ser una mujer congruente y que algún día, puedas decirle a quien te quiera escuchar que tal vez no fui la más atenta ni la más normal de las madres, pero que te enorgullece saber que siempre fui una mujer feliz, que como tú, lo conseguía viendo y viviendo la felicidad ajena y en consecuencia, la propia. Mi luna del alma. Selene Nicole, mi Luna Fuerte. Que los cielos te cobijen y que tengas alas firmes para que nunca te enfermes de tristeza. Que todos los dioses te bendigan para que transpires lo que sólo tú puedes. Y que recuerdes cuántas veces te acuné desde mi vientre inmaduro para cantarte Bienvenida, de Fernando Delgadillo, y cómo desde que descubrí Catalana, en voz de Alejandro Santiago, sólo pude dártela a ti:


Vivo de tu luz luna traviesa
soplo que me mueve que me da
colores donde hay nubes negras
antídoto contra las penas, mi lugar.


Festival de trazos en tus manos
la respuesta al beso que pedí
consuelo para mis rabietas
oferta siempre a manos llenas, mi raíz.

Sonrisa libre catalana con tu voz
haces que todo se haya puesto a mi favor.

Por tus consejos, por tus regaños
por tantas ganas, por lo pasado
por tus costumbres con sus manías
por darme aliento en la subida.
Por ser ejemplo por darte toda
cuando la vida se pone sorda.

Perfumada siempre de te quieros
necesaria cerca de mi piel
por sobre todo mi sirena
faro en mis noches de tormenta
mi bebé.

Sin planear catorces de febrero
ni discursos para el porvenir
tus ojos firmes en mis sueños
amiga a prueba de pretextos
soy feliz.


Bandera grana catalana tu calor
le da más vida cada día a mi vocación
Por tus consejos por tus regaños
por tantas ganas por lo pasado.

Por tus costumbres con sus manías
por darme aliento en las subidas...
Por ser ejemplo por darte toda
cuando las cosas se nos desbordan.
Por más razones que se me olvidan
por mil motivos por ser tan mía...

Por ser tan mía.




domingo, 5 de octubre de 2008

Agh, domingo....!


Y luego de siete días, chíngale, vuelve a amanecer domingo. Raro, raro, raro. Sueños de oropel, que van desde el vestido soñado hasta larvas en una toalla afelpada azul cobalto.


Y pongo a Dios como testigo que no estaba drogada.


Un fin de semana cómicomágicomusical. El viernes salida con la Babas a su escuela, quecas de Tere, llamada de mi Tenampa freudiano, películas. Sábado de compras (pura comida, francamente), películas y más películas. Pláticas y querencias. Encuentros explicables, venganzas pasionales oníricas, deslumbramientos amorosos.


Se me acaban los cigarros. Voy por unos Marlboro rojos a la tienda de doña Chuy, quien me dice que fumar es nocivo para la salud. Pienso en qué chinga debe ser aprenderse la información de cada producto que ofrece su negocio y estoy al punto de cuestionarle sobre qué químicos trae la salsa chamoy que está tragándose junto con sus chicharrones, cuando me doy media vuelta y decido regresarme en chinga para llegar a escribir estas pendejadas.


Una semana de rundidez. Por una parte, el ya no saber a mi mejor amigo. Entender que perdí, pero todo el que pierde termina ganando aunque sea espacio, que no vacío. Falta, muy falta de dinero, pero ya caerá. Mejoras emocionales, mejoras en el pie izquierdo, a lo Daniel Day Lewis y por fin, la reconciliación cada día conmigo y el apapachamiento sonoro que me hace abrir los ojos al día siguiente.


Por cierto, descubrí un programa de radio espatirifláutico, conducido por dos amigos de mi amor kafkiano y ahora, ya por lo menos la locutora, amiga mía, doña Alberta. La dirección es: http://beegosradio.listen2myradio.com/ y su horario es a las veintidós horas, de lunes a viernes. Neta, escúchenlo.


Uhm... a ver, le rasco y le rasco pero en general no hay mucho por decir. Compréndanme, mis apreciables, memorables y casi nunca inalterables dos lectores consentidaxos: los domingos, ni los manatís cheleamos.


Aún cuando yo quiera seguir y seguir con esta verborrea, quiero escribir, pero ni espuma sale.


Mejor me voy cuando todavía quede algo de dignidad (ejem... no, en realidad no me queda nada, cosa que francamente me viene valiendo madres) y me dirijo a ustedes mañana, lunes de luna, donde todo empieza y hay cualquier, oh sí que sí, cualquier posibilidad.