miércoles, 24 de septiembre de 2008

Encuentros y desencuentros...

Miércoles confuso. El ánimo ni a la zurda, mucho menos a la diestra. Digamos que con la esperanza inapetente. De un lado, sujetándome fuertemente de mi buena estrella de la fortuna, del otro, maniatada ante tantas ganas de formular preguntas que se gestan en mi hipotálamo pero no alcanzan a estallar en la boca sino que entran en coma pausadamente y mueren apenas en la garganta.

Para cuando quiero gritar, no existo.

Almendrasalmendrasalmendras. Necesito una Mágnum con almendras. Necesito descansar de tanto polvo y como diría Bebe, pa' fuera telarañas. Soñar y soñar con las cosas buenas que en gerundio siguen latiendo en mi vida: vasos de cerveza, encuentros cibernéticos alineados por planetas pasionales, estos recientes diecinueve días, las últimas quinientas noches.

Hace unos doce años, Fernando Delgadillo era una parte fundamental de mi emocional cotidiano. Poco a poco fue diluyéndose hasta quedar, como una relación de novios cuando ya no hay coraje sólo recuerdo, las armonías que bienvalieron la pena. No terminaba de ubicar esta canción. Hasta hoy, que fueron las palabras escritas no cantadas que me hicieron invocarla y sorprendentemente, notar que la sé completa. Quedó que ni mandada a hacer para esta ocasión.

Llamo al muso que tengo desde los primeros escritos: mi duende parecidísimo a García Lorca pero sin el gusto por la fiesta brava. Llega con retraso: la nostalgia se respira y no quiero un episodio asmático de suspiros. Entonces, en vez de dictarme como acostumbra, frases no tan lúcidas ni tan coherentes pero al menos hilvanadas con surcido invisible, me hace saber que hoy soy pieza sólo de varias canciones.

Que no alcanzo, que sólo he llegado hasta el dolor, que he perdido la buena esperanza y me refugio en la piedad de la ilusión... Que no sólo tengo manos tengo un corazón y tengo la verdad enfrente como patria y el deber de caminar... Que hoy es un día de esos donde mandaría todo a hacer puñetas... Que la vida es una cárcel con las puertas abiertas, Verónica escribió en la pared con la tripa revuelta... Que no sé dónde va, que no sé dónde va mi vida, que no sé dónde va pero tampoco creo que sepas vos... Que no me vendan amor sin espinas... Que la vida no es un block cuadriculado sino una golondrina en movimiento... Que mejor que el ojo pongas la intención... Que nunca dice lo que piensa y casi nunca piensa como yo... Que no hacen falta alas para alzar el vuelo... Y qué cosa fuera la maza sin cantera...

Que Albanta baila y desenreda con los dedos su melena: desatar sus penas y a vivir... Su mirada, mis rarezas, las rosas rojas en fin... Que el sol no da de beber...

Y ante todo, tal vez, la última frase que habita la canción de Delgadillo: Empieza con Hoy y termina en volver.

De acuerdo, apaguemos los ojos y vayamos a dormir con el nombre besando mi boca: Que esta boca es mía.

Qué quieren, es la necedad de vivir sin tener precio. Yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui...

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