martes, 24 de junio de 2008

Y esta va por ti, mata'or!!!


Alguna vez escuché decir una gran frase a mi buena amiga Julia: "Silencio... La tierra ha perdido un árbol" En realidad no sé si era de ella o de alguien reconocido. Qué más da. Y de hecho la apliqué hace exactamente un año, cuando a las cinco cuarenta de la mañana sonó mi teléfono para escuchar la voz de mi mejor amiga, o lo que de ella quedaba, diciéndome que Toño, mi amigo, mi ex jefe, el que me convenció de tener a mi hija, el que me escuchaba cada vez que yo pasaba por una etapa difícil de mi enfermedad porque él tenía la misma, el amante de Sabines, de García Lorca, había muerto después de cuatro días en coma.


Me parece que una parte de Mónica, mi mejor amiga, también murió ese día. Los dos se amaban desde muchos años antes. De esos amores lúcidos, pasionales, que no sabe de dosis sino de excesos. Algunas veces me reprocho con una sonrisa cínica haberle mostrado el camino de Sabina porque jamás lo abandonó: "Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción...".


Decir lo que era José Antonio Martínez García sería agotador. El mejor de los padres, un amigo que daba lo que tenía y jamás temía decir lo que necesitaba. Un hombre con miedos y quizá, el que más chistes me ha contado en toda mi vida. Podríamos estar en desacuerdo con infinidad de cosas (por ejemplo en política) pero las hacía a un lado para tener mejor vista de lo que comulgábamos. Abogado de profesión y torero por convicción. No, nunca fui a verlo torear. La primera vez que me invitó le dije lo que le digo a quien le gusta la fiesta brava: A mí los toros sólo me gustan en bisteces. No volvió a insistir.


Ahora, si mis queridos dos lectores no se molestan, quiero decirle algo a Toño, algo un poco íntimo y aclarar el por qué no estoy allá en donde está su cuerpo.


Toñete:


Mónica va para allá. Quizá debió haber llegado. Creo que le hace mucha falta llorar y también a mí, aunque sabrás que en estos días particularmente te he extrañado mucho. Pero iba con sus amigas y pues... pues no me sentiría muy cómoda. Ya ves cómo soy de mamona. Elegí tu cenicero de Marlboro, una foto vestido de torero y otra donde sales fumando (me costó mucho trabajo encontrar una donde no salieras cerca de un toro, pero al fin saliste y estabas con Gerardo y Toñín, además fumando, que era lo que mejor hacías cada vez que le dábamos al chisme). También me traje la vela de vainilla que te regalé hace como ocho años y que tenías todavía en tu escritorio ¿recuerdas? Incluso, entre tus papeles, habías guardado el mensajito que te puse porque ese día no estabas y te la dejé.


Después de tu partida sólo aguanté unos meses. García & Ortega no volvió a ser lo mismo sin ti. Mi mamá también te extraña, ayer me dijo que tú habías hablado con ella de mí sólo que no me quiso decir qué. El caso es que es raro, porque yo sé que es absolutamente cierto que la gente sólo se va cuando la olvidas. Pero qué hay de añorarte, de necesitar escuchar tu voz para decirme "hija", para enmedio del llanto moqueador salirme con un chiste en el que termine riéndome como imbécil.


Moriste en domingo, como deben morir los toreros. Yo seguí mi rumbo y sí, en verdad, algunas veces he dedicado mucho tiempo a pensarte. Y aquí estás, junto a mi computadora, viendo hacia no sé donde en tu foto, vestido de torero y con la vela de vainilla encendida. Deberías descansar un poco. Inténtalo, Toño. Desde aquí muchos trabajamos para que las cosas estén mejor.


Te quiero mucho. Y por favor, a tu manera, habla con Mónica. Dile que viva, que resurja, que se levante y ande. Un consejo tuyo valía muchísimo. Y ya me voy, porque Selene tiene tarea. Que buenos cielos te cobijen.

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