sábado, 25 de octubre de 2008

Transtornos bipolares, rueda de la fortuna y hoy me toca estar abajo...


Siempre he dicho que de los males, el menor. Que de lo perdido, lo que aparezca. Que hay veces que nada el pato y hay veces que ni agua bebe. Hoy, que me encuentro si bien no confundida por lo menos sí a la sombra de todo lo que he podido conseguir al día (y a la noche), quiero hacerles saber, a mis dos lectores más que consentidos y de alto abolengo emocional por parte de esta que hoy escribe, que francamente me siento de la real chingada. Es decir, así es esta enfermedad, una visita incómoda a la que desde luego no se puede ignorar, pero tal vez sí ponerle un sitio desde donde pueda esconderse (por lo menos de rato en rato) y entonces se sepa que ahí está, que es inevitable recibirla... Pero que ni le daremos toda la atención, ni le soportaremos más de lo debido. Es decir, pásate mi depre, sé que ya llegaste, me lo dice el cuerpo y el sueño y el acomodo de mis desengaños, pero ni por un segundo se te ocurra pensar que gobernarás la comarca de mis decisiones y darás un sorpresivo golpe de estado a mi no renovable instinto de supervivencia. Que ya he dicho que esta vida es sólo mía y no de la tristeza ni de la melancolía. Así que como dice Adrián Camacho: Ni te olvido si te quedas, ni te extraño si te vas...

Estoy pues, en descontento. Por lo menos sé que de aquí a mi cumpleaños voy a adelgazar unos cuántos kilos, cosa que ya de por sí es para celebrar. Treinta y un años. Y confieso que he vivido, así como alguna vez lo dijo Neruda y muy seguramente debió decirlo alguien más. Expectante, enamorada, ya no más a la defensiva ni a la ofensiva; quizá y en todo caso, al frente de mi vida, esperando de cada día una razón más para vivir el siguiente. Sin optimismos forzados ni desgarres ingratos en mi hipotálamo, que nos encontramos muy bien desde la isla de nuestra (in) seguridad. Abrazando y abrasando. Al sur de mis suspiros y siempre alerta para que cuando llegue el mal tiempo, mi refugio se encuentre lleno de emociones y sorpresas bienaventuradas. Porque de las tales es el reino de los turquesas.

Así pues, sólo intento escabullirme momentáneamente del lado sin corazón que tiene mi corazón. Ya vendrán los días en que mi palabra renazca como fénix y entonces, el azul grite todo a color...

1 comentario:

jm dijo...

Querida AzulAlbanta

Animo!
Piensa que si todo es breve no vale la pena gastarlo en la tristeza.

Tu segundo lector
-jm