lunes, 6 de octubre de 2008

Tengo una muñeca que regala besos...


Así lo dice Fito Páez y concuerdo plenamente con su imagen. Pocas o quizá ninguna vez me he puesto a escribir sobre el rol más difícil que me ha tocado desempeñar durante 9 años. Un trabajo que en realidad es bien remunerado, pero que no tiene vacaciones y que a menudo pareciera que estoy a punto de tirar la toalla por no saber qué tan bien lo hago: el de ser mamá.


Selene Nicole fue concebida en septiembre de 1999. Durante la huelga de la UNAM y tampoco es cosa de dar detalles, ¿verdad? Pero sí, fue con amor. No de ese amor que una vez sentí que me mataba, tampoco del amor que te inunda y sientes descargas eléctricas. En realidad fue un regalo envuelto en una canción y más de 4 años de relación que me entregaron entre sábanas blancas el 19 de junio de 2000, con 3.100 kg y 54 centímetros de pura y absoluta sabiduría. Qué puedo decirles, que desde ese momento creí plena y absolutamente en el amor a primera vista, justo en el instante en que la toqué y supe que daría mi vida por verla feliz el resto de la suya.


Ahora, ocho años más tarde, puedo presumir con todo el orgullo de mamá gallina que tengo una hija llena de amor para dar y para recibir, que no exige nada porque conoció a mi lado el hambre, pero jamás el frío. Que se esfuerza a ser la mejor en la escuela y en cada cosa que decide iniciar, con una determinación que a menudo ignoro de dónde la heredó, pero también con una humildad y una necesidad básica que reconozco: Nicole sólo puede ser feliz cuando ve que la gente y los animales lo son.


Hace dos años ingresé -raro- al hospital. Fue un momento muy, muy fuerte en mi vida del que me he negado a escribir por diversos motivos. Mi familia, Nicole incluída, se habían ido de fin de semana. Al siguiente día, cuando me dieron el alta y llegué a casa, su mascota, Camelott, estaba muerto. Así, sin más. Puta, ¿cómo le explicas a una niña que su animalito se murió quién-sabe-por-qué-y-quién-sabe-cómo? Cuando llegó, el domingo por la tarde, tuve que decirle. Lloró y lloró mientras yo la abrazaba y se me rompía lo poco (en realidad lo muy poco) que quedaba de mi corazón ya magullado por otras razones. No sé cuánto tiempo pasó, pero después de varios minutos, la miré fijamente y le dije: Ok, ya lloraste. Te has desahogado y ya necesitas estar tranquila, aunque el dolor siga y aunque no sepas cuándo se irá, pero nunca, nunca, llores más de la cuenta. Porque si no nos detenemos en el momento indicado, siempre quedamos debiendo lágrimas.


Dos meses después se me deshizo el mundo en una llamada que duró menos de cinco minutos. Ya no me casaría, ni tendríamos un hijo, ni volveríamos a hacer el amor, ni habría más miradas y risas... Porque yo lo había decidido así: Si me hubiera pegado una vez, la culpa sería suya. Pero me pegó tantas, que la culpa fue mía. Entonces me encerré en mi recámara para que mi hija no viera cómo su mamá había decidido desconectar su alma. Lloré quedito, sin hacer el menor ruido. Quería ahogarme entre lágrimas pero chingao, por más que salían apenas alcanzaban a cortarme la respiración por segundos. Y entró Nicole, para decirme: "Mamá, ya lloraste. Necesitas estar tranquila aunque el dolor siga. Y así como me dijiste cuando pasó lo de Camelott, nunca llores más de la cuenta". Creo que ni siquiera mi madre me había hablado con tanta tranquilidad pero también con la firmeza de quien sabe o intuye por puro amor lo que había sucedido...


Así es mi hija: la niña que el 6 de enero pidió como regalo de día de Reyes una Jessie vaquerita y doscientos pesos. ¿Para qué quieres el dinero, Seles? Ah, pues yo lo necesito. Y sí, los Reyes pudieron cumplirle y amaneció lo que pidió al pie del árbol navideño. Despertó, abrazó su muñeca y me dijo: "Mira, pedí doscientos pesos para ti, porque los Reyes nunca te traen nada y tú siempre te portas bien".


¿Cómo puedo pagarte tanto, mi bebé? No soy la mamá perfecta, eso lo sabes. Me he contentado con luchar para ser una mujer congruente y que algún día, puedas decirle a quien te quiera escuchar que tal vez no fui la más atenta ni la más normal de las madres, pero que te enorgullece saber que siempre fui una mujer feliz, que como tú, lo conseguía viendo y viviendo la felicidad ajena y en consecuencia, la propia. Mi luna del alma. Selene Nicole, mi Luna Fuerte. Que los cielos te cobijen y que tengas alas firmes para que nunca te enfermes de tristeza. Que todos los dioses te bendigan para que transpires lo que sólo tú puedes. Y que recuerdes cuántas veces te acuné desde mi vientre inmaduro para cantarte Bienvenida, de Fernando Delgadillo, y cómo desde que descubrí Catalana, en voz de Alejandro Santiago, sólo pude dártela a ti:


Vivo de tu luz luna traviesa
soplo que me mueve que me da
colores donde hay nubes negras
antídoto contra las penas, mi lugar.


Festival de trazos en tus manos
la respuesta al beso que pedí
consuelo para mis rabietas
oferta siempre a manos llenas, mi raíz.

Sonrisa libre catalana con tu voz
haces que todo se haya puesto a mi favor.

Por tus consejos, por tus regaños
por tantas ganas, por lo pasado
por tus costumbres con sus manías
por darme aliento en la subida.
Por ser ejemplo por darte toda
cuando la vida se pone sorda.

Perfumada siempre de te quieros
necesaria cerca de mi piel
por sobre todo mi sirena
faro en mis noches de tormenta
mi bebé.

Sin planear catorces de febrero
ni discursos para el porvenir
tus ojos firmes en mis sueños
amiga a prueba de pretextos
soy feliz.


Bandera grana catalana tu calor
le da más vida cada día a mi vocación
Por tus consejos por tus regaños
por tantas ganas por lo pasado.

Por tus costumbres con sus manías
por darme aliento en las subidas...
Por ser ejemplo por darte toda
cuando las cosas se nos desbordan.
Por más razones que se me olvidan
por mil motivos por ser tan mía...

Por ser tan mía.




3 comentarios:

FerGil dijo...

Gulp! Este es uno de esos posts que se leen con una mano en la caja de Kleenex, no sea que se vayan a necesitar...

Pasumá, que bien escribes...

MIZPAH dijo...

¡Luego me dices que siempre atino con lo que sientes! Me has hecho tragar varios suspiros... Es verdad que no se debe llorar más de la cuenta, pero... a veces no da resultado. No sirve de mucho realmente, más que para limpiarte el alma (si acaso).

Me gustó mucho la canción. Para ser catalana, nunca la había escuchado, jaja.

Sigue disfrutando de tu "milagrito".
Lo estás haciendo muy bien.

Besos desde el otro lado del charco.

jm dijo...

Escribes con el alma!
Me dejaste con un nudo en la garganta.

Tu 10000 lector
-jm